El fin de la educación peruana es
“formar personas capaces de lograr su realización ética, intelectual,
artística, cultural, afectiva, física, espiritual y religiosa, promoviendo la
formación y consolidación de su identidad y autoestima y su integración
adecuada y critica a la sociedad para el ejercicio de su ciudadanía en armonía
con su entorno, así como el desarrollo de sus capacidades y habilidades para
vincular su vida con el mundo del trabajo y para afrontar los incesantes
cambios en la sociedad y el conocimiento”.
Pero, ¿Cómo es posible alcanzar
este fin educativo, así como cumplir con la función educativa de hominización,
socialización, culturación y formación de conciencias, si tenemos todavía
muchas escuelas reproductoras, colonizadoras, uniformizadoras,… que no respetan
la diversidad cultural, lingüística, ecológica, histórica … de los niños-niñas
así como de la comunidad?.
Al respecto, Santos Guerra señala
que, una escuela rígida, cerrada, rutinaria, torpe y lenta no podrá atender las
exigencias cada vez más imperiosas de la atención a la diversidad. Aunque los
principios éticos, los enunciados teóricos y los presupuestos metodológicos
sean sensibles a la diversidad, no será posible atenderla en una organización
rígida y rutinaria. La escuela tiene una inquietante función homogeneizadora.
Currículo idéntico para todos, espacios iguales para todos, evaluaciones
similares para todos, uniformes,...
Frente a esta realidad, la alternativa
es desarrollar un modelo de escuela transformadora sobre la base de una
perspectiva intercultural, de derechos, igualdad de género, ambiental,...
Publicado en Diario el Correo
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