David Fischman, en su libro “El
Secreto de las siete semillas” nos señala, el gran problema que tenemos es que
las cosas cambian, nuestras metas cambian y nosotros queremos seguir usando el
mismo camino aunque ya no nos lleve a nuestros objetivos; es decir, la
constante en esta vida es el cambio.
Partiendo de esta idea, afirmamos que algo de esto sucede en nuestras
escuelas, institutos y hasta en las universidades.
Asimismo, a pesar que la
educación del ciudadano del siglo XXI, además de basarse en los cuatro pilares
fundamentales: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y
aprender a ser (Unesco, 1996) exige asumir retos como los planteamientos de la
diversidad cultural, la interculturalidad, equidad de género, la globalización,
sociedad del conocimiento y la comunicación, la democratización cultural entre otras. Por tanto, para el
sistema educativo regional ¿Qué alternativas debemos diseñar para que la
población escolar y la comunidad ayacuchana tengamos éxito y buen desarrollo
personal, comunitario, social?.
Bajo estas premisas, es evidente la necesidad de
implementar una educación para el desarrollo sustentable y sostenible que
plantee un nuevo desarrollo psicobiológico, político, económico, cultural, cognitivo,
social, emocional, estético-creativo, espiritual a fin de que la educación en
todo contexto conlleve a formar la conciencia personal, comunal, social,
planetaria y cómica. Esto
implica la participación articulada de todos los actores dentro del
marco de auténticas comunidades u organizaciones de aprendizaje.
Publicado en el Diario el Correo
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