En la actualidad, estamos siendo
afectados por fenómenos naturales inusuales y de carácter devastador: lluvias
torrenciales, huaycos, sequías, heladas, vientos huracanados, radiación solar, cambios
climáticos, etc. Todo ello, obedece a una serie de acciones sistemáticas negativas
que genera la propia humanidad; especialmente de las grandes urbes y países
industrializados, explotación minera irracional como el que viene ocurriendo en
varias regiones, sumándose a ello la tala de bosques, contaminación de los ríos,
mares, lagos, emanación de gases tóxicos del parque automotor, uso excesivo de
pesticidas, armamentismo, …
Al respecto, existen iniciativas
para contrarrestar a los fenómenos que ponen en riesgo la existencia y
supervivencia de la humanidad en nuestro planeta. Entre estas, tenemos “la
hora del planeta” (cada 25 de marzo). ¿Realmente lo asumimos con
conciencia y convicción?, ¿De qué manera las instituciones promueven acciones
de sensibilización a sus trabajadores, así como la comunidad? Da la impresión
que, lamentablemente no aprendemos o no queremos aprender, somos ciegos ante la
contundencia con que se viene presentando los desastres.
En este contexto, cobra
relevancia el rol de la educación en el desarrollo de la conciencia ambiental o
planetaria en los seres humanos. “Siendo
la premisa básica de educar para pensar globalmente y actuar localmente, el
objetivo es una conciencia transcultural que incluya y valore todas las
culturas humanas, educar para valorar el planeta como una sola totalidad”
(Barrientos, 2007, p. 52)
Publicado en Diario el Correo
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