Según la Didáctica, los componentes principales de todo proceso de
enseñanza y aprendizaje (PEA), constituyen: Los propósitos (sea
objetivos, competencias, capacidades…) ¿para qué?, el objeto de aprendizaje los
contenidos ¿qué? (sea conceptuales, procedimentales, actitudinales), los
métodos ¿cómo?, los medios/materiales ¿con qué?, la
evaluación – ¿para qué?, ¿cómo?, ¿con qué?, (incluye la
metaevaluación)-, y las formas de organización del PEA (donde se articula de
modo sistémico todos los componentes). Asimismo, para la implementación del PEA
el profesorado se respalda de sus saberes experienciales, saberes de enseñanza
y saberes pedagógicos para una planificación, organización, ejecución,
evaluación correspondiente – de hecho, con las exigencias correspondientes del
enfoque, modelo curricular imperante; para nuestro caso con lo planteado en el
CNEB.
Si embargo, para referirse a los mismos procesos (pedagógicos o didácticos)
o acciones que ocurren en cada uno de los componentes del PEA, así como las
fases, etapas o momentos recurrentes, cada vez se vienen acuñado un conjunto de
palabras o constructos; lo cual implica para sus implementadores estar
“actualizados”; es decir, si el/la docente no incorpora a su lenguaje dichas
palabras, “está desactualizado”. Alguna de estas “invenciones” son:
“actividades significativas, situaciones significativas, … “.
Creo que lo sustancial no está tanto en etiquetar procesos con nuevas
palabras, sino de comprender las implicancias de cada uno de los componentes
del PEA y cómo llevar a la práctica pedagógica en el marco de un currículo por
competencias, y en general de los campos de la educación.
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