Cada 6 de julio se celebra como día del
Maestro; señal de reconocimiento de la sociedad al rol significativo y
relevante que cumplen maestras y maestros en la formación de generaciones de
todos los niveles, modalidades del sistema educativo.
En un mundo globalizado, cada vez más
compleja y exigente hace de que su rol y función implique reconfiguración, así
como mayores y mejores niveles de formación y desempeño profesional para
continuar educando a las generaciones del siglo XXI, “hacer que hombres y
mujeres seamos cada vez más personas”.
En este contexto ¿qué implica ser maestro o
maestra?, indudablemente ello está ligado a cómo se viene asociando su
identidad. Por decir, el sistema ha etiquetado al profesorado con una identidad
del “Apóstol”-apostolado- para justificar el menosprecio y descuido en sus
reivindicaciones formativas, laborales, de bienestar, entre otros; pero
también, muchos de los propios actores, se quedaron o se enfrascaron con la
identidad de “proletario” – proletarización del profesorado-; empero, las
actuales circunstancias conllevan al desarrollo o fortalecimiento de una
identidad como profesional. En consecuencia, es a la vez un reto individual y
colectivo la construcción o redefinición de su identidad profesional en un
mundo dinámico, complejo, de incertidumbre.
Por lo dicho, hay obligaciones, exigencias y
responsabilidades tanto del sistema educativo, del profesorado, como de la
sociedad en su conjunto para contar con una educación pertinente sobre la base
de una política integral del Estado para la formación inicial y en servicio del
docente.
“La educación no cambia al mundo, cambia a
las personas que van a cambiar” P. Freire
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